Objetivo: acelerar la degradación de los plásticos

2022-08-26 08:55:57 By : Ms. Wendy Chen

Un enzima presente en la saliva de estas larvas acelera la degradación del polietileno.

Buena parte de los 12 millones de toneladas de basura que se calcula que llegan cada año a mares y océanos son plásticos, tantos que se estima que son responsables del 80% de la polución oceánica. La situación es, para Greenpeace, dramática, “más teniendo en cuenta que la producción de plásticos sigue aumentando y que alcanzó, en 2015, las 380 toneladas en todo el mundo”. La sociedad contemporánea ha potenciado con su modo de vida el uso del plástico hasta límites que ponen en peligro los ecosistemas, porque se produce a un ritmo vertiginoso mientras que se degrada con extrema lentitud: una botella de plástico tarda unos 500 años en descomponerse. La acumulación es de tal magnitud que a quienes auguran un futuro con menos plástico fruto del agotamiento de los combustibles fósiles, la materia prima base, hay que recordarles que aún así habría que tomar medidas de descontaminación dada la lentísima degradación de los polímeros.

¿Cómo se ha llegado a esta situación límite? En buena medida la respuesta está en una suma de factores; de un lado las muchas aplicaciones de las resinas sintéticas y su facilidad de uso, de otro una sociedad que prima la comodidad, facilidad y rapidez por encima de otras consideraciones. Poner límites pasa entonces obligatoriamente por la concienciación; solo el convencimiento de la urgente necesidad de limitar que sigan contaminando el medio ambiente logrará que se rehúse su uso excesivo y se recicle lo que se produzca. Todo para evitar que sigan acumulándose en el medio.

Ante el apremio, recientemente se han sumado iniciativas diversas para frenar su uso. En 2002 Bangladesh inauguró la prohibición de las bolsas de un solo uso; también las prohibió en 2014 el estado de California y en 2015 la Unión Europea impuso la obligación a sus estados miembro de reducir su uso en un 80%. La intención es que para 2025 cada europeo pase de utilizar una media de 170 bolsas de plástico al año a usar solo 40. En la misma línea, en julio de 2021 la UE puso en marcha una normativa que elimina algunos plásticos de un solo uso: cubiertos, platos, vasos, envases de comida, bastoncillos o pajitas.

A pesar de ello, el reciclaje del que se produce es básico y España, que por otra parte es el quinto productor de plástico de la Unión Europea, solo recicla el 30% del que utiliza.

Las medidas tomadas a nivel gubernamental se centran en reducir su consumo, mientras que la industria y la ciencia centran sus esfuerzos en la investigación de polímeros biodegradables. La intención es que la basura plástica se descomponga con mayor rapidez para evitar su acumulación y la consiguiente factura a nuestros ecosistemas. Pero biodegradables o no, los polímeros parten de una misma materia prima base: el petróleo, una fuente no renovable, lo que obliga a pensar en materiales substitutorios. Es ahí donde entran en juego la fabricación de bioplásticos a partir de, por ejemplo, almidón o celulosa, aunque algunos de ellos, como es el caso del polietileno que toma como base cultivos fermentados, sigue siendo una opción no biodegradable.

La línea más novedosa en I+D aplicada a buscar soluciones se desarrolla en el campo de la biotecnología, y estudia la posibilidad de emplear microorganismos que aceleren la degradación de los residuos plásticos. Aquí entran en juego microbios, hongos o incluso gusanos cuya acción puede acelerar su descomposición. Es el caso de la larva de lepidóptero, conocido popularmente como “gusano de la cera” o “gusano de la miel”, capaz de acelerar la degradación del polietileno en poco tiempo y a temperatura ambiente –el polietileno es uno de los plásticos más resistentes y utilizados que, junto con el polipropileno y el poliestireno, suman el 70% de la producción a nivel mundial-. Diversos estudios se habían centrado en averiguar cómo estos insectos lograban la degradación del polietileno, pero ha sido un equipo de investigadores del CSIC el que ha descubierto que esta capacidad deriva de unos enzimas presentes en su saliva.

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